miércoles, 20 de julio de 2016

LUZ EN EL DESPERTAR




Siempre que estemos preparados para recibir surgirá la enseñanza en el templo del alma; allí donde nos encontremos, en la calle, conduciendo un vehículo, en la parada del bus o en donde  estemos en aquél momento por conciencia o al azar en nuestro sentir. En cualquier lugar está la fuerza del Creador que nos ayuda en nuestro despertar.

LUZ EN EL DESPERTAR

Esta mañana en el desarrollo de la actividad diaria tuve una hermosa enseñanza que ya a lo largo del día me hizo meditar. Como toda enseñanza viva parte a través de la naturaleza manifestando su fluir, enseñanzas que tenemos continuamente y muy a menudo pasamos por alto al tener establecido de antemano unos valores sobre la conciencia y el comportamiento humano.
Por causa de desarrollo diario fui a coger el bus en un tiempo diferente al que generalmente lo cogía. En la parada había una mujer que tenía la sensación que conocía, en mi caso la duda se imponía. Como si quisiera abrir comentario me empezó a hablar con una confianza que no me encajaba. Le mire a los ojos y pude penetrar en lo profundo de su sentir y la fuerte enseñanza que aquella buena mujer había tenido en el tiempo que no la había visto –que luego me di cuenta en su despertar espiritual–. Aparte del dolor por la enseñanza vivida su corazón estaba lleno de amor, en aquél su despertar en el espíritu del cual ella no era consciente en su desarrollo humano.
Había sido el dolor, el profundo dolor corporal el que había abierto aquellas áreas superiores de entendimientos y aceptación, aquella liberación de la carga humana que elevaba el sentir en esferas  más sutiles de gratitud en su despertar. Un cáncer, atrapado en otras patologías había sido la causa de aquél su despertar, que la había fortalecido en su desarrollo material y elevando su sentir en una manifestación de caridad que le había abierto nuevos senderos en su realización.
Un pensamiento de luz para estos hermanos que por alguna causa, más todavía por el dolor encuentran su despertar en la misión del alma. 

Manolo