lunes, 5 de febrero de 2018

Luz sobre las sombras

 
 
Luz sobre las sombras.
 
El sordo ruido del despertador me saco de las sombras de la noche, un sonido que conscientemente no había podido escuchar al estar alejado mi aposento de donde estaba aquél despertador. Pero, algo, sí, me indicaba en mi estado confuso de conciencia que me esperaba una nueva misión en aquél amanecer de un día más en tiempo terreno. Lleno de resonancias por encima de aquellas sombras que me aprisionaban en mi vida corporal en aquellos momentos de cambios que me costaban aceptar al estar tan encarcelado en lo limitado de lo temporal.
 
Entregado a la misión, la realidad determino más allá de mi  campo consciente aparcando el vehículo  en el parquin del hospital en donde mi compañera tenía que seguir aquél proceso curativo en el desarrollo humano que la condicionaba en una nueva prueba o realidad.
 
Cubierta la primera fase clínica, matutina, fuimos al restaurante a desayunar. Alargue la vista en aquella amplia sala, un poco en frecuencia no consciente y veía en el  grueso de la gente una similitud, una tristeza y zozobra por el lugar en que se encontraban y por las causas físicas o psíquicas que los llevaba a estar allí, atados a su dolor corporal.
 
No se trataba de que aquella gente me devolviese la mirada, ya que eso es algo habitual. Sino de ir un poco más lejos, mirar un poco en el más allá de lo superficial de las miradas terrenas.
 
Comprendí que todas aquellas miradas, decaídas, entristecidas por las pruebas humanas estaban atrapadas en una profundidad que iba más allá del cuerpo físico y la experiencia  de la propia enfermedad. Qué, conscientemente no podían comprender, que a pesar de aquella manifestación de aislamiento en lo humano nuestras almas estaban conectadas en senderos de luz en una misión que había empezado muchos siglos atrás,  dada la densa capa de la materialidad  conscientemente lo impedía ver, sentir, vivir, aquella luz que presionaba fuertemente en el interior y nos lanzaba  a nuestro despertar.
 
Mientras estábamos  atrapados por la enfermedad, sin poder ver, comprender, que era el vehículo que nos estaba llevando a nuestro despertar.
 
Frente a tanta luz, una profunda emoción invadió mi sentir y unas  lágrimas de hermandad y de amor rodaron dulcemente por mis viejos y cansados ojos terrenos que cada vez me obligaban a tenerlos más cerrados si deseaba seguir en aquel despertar.
 
Sentí piedad al volver a mi realidad consciente, en donde lo aparente de una realidad humana ya no me era tan extraña, había entrado en sus almas y  encontrado su calor, la frescura, el amor. La continuidad que había que desarrollar en aquella prueba humana en los caminos de la vida corporal.
 
Comprendí que la verdadera ceguera estaba en lo corporal, que un camino de luz conducía nuestra vida en el sendero a seguir, ello me llevó a pensar. ¡Cuánto amor se pierde en lo humano por no abrir los ojos del alma en su continuado despertar!    Manolo Carra.
 
 


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